En un periodo de 23 años, 4 niños de Inglaterra recibieron cartas de parte de Santa Claus. Ellas contenían cuentos sobre duendes, elfos y osos polares. La mejor parte es que estaban ilustradas con referencias al Polo Norte. Los mensajes realmente provenían de J.R.R. Tolkien.
Christopher, Michael, John y Priscilla eran los niños, hijos del escritor, a quienes mantuvo fascinados en ese lapso de tiempo.
La tradición inició cuando John preguntó quién era Santa Claus y dónde vivía
Cada uno de ellos recibían las cartas en sus respectivos hogares. Fue así hasta que la más joven, Priscilla, llegó a la edad de 14 años.
El inicio de ese tradición sucedió cuando John, de tres años de edad en 1920, preguntó quién era Santa Claus y dónde vivía. Al escritor se le ocurrió contestar como si fuera el personaje y así se mantuvo hasta 1943.
Actualmente las cartas están resguardadas en la Biblioteca de Bodleian, en Oxford. El contenido está repleto de personajes coloridos. Todos ellos bien podrían embonar en la Tierra Media que imagino el autor.
Mientras los niños crecían las historias se tornaban más fascinantes
Por ejemplo, en ellas se encuentra el Oso Polar del Norte, asistente torpe de Santa Claus. Sus “metidas de pata” aparecen de manera constante a lo largo de todas las cartas.
Como dato curioso, mientras los niños crecían, las cartas de Santa Claus se fueron alargando y las historias se tornaban más fascinantes y oscuras.
Lo cierto es que esta particular manera de divertir a sus propios hijos hace pensar un poco sobre la vida en familiar de J.R.R. Tolkien.
Fuente: Daily Mail