El próximo domingo 1 de abril se adelantan los relojes una hora, esto se debe al denominado horario de verano. El cambio implica que mucha gente pierda al menos 40 minutos de sueño, pero el cambio en sí ¿puede afectar al organismo?
“La medida se creo para aprovechar la luz diurna del día y ahorrar energía eléctrica”
Esta medida se creó para aprovechar más la luz del día y, por ende, ahorrar energía eléctrica.
Fue implementada por primera vez en la Primera Guerra Mundial en Alemania y se extendió tras la crisis petrolera en 1974.
Según sus partidarios, las ventajas son variadas, pero no son pocos quienes dudan que sean menos que sus inconvenientes.
Por ejemplo, estudios indican que en Estados Unidos, después del cambio de horario de verano, los hospitales presentan un aumento del 24% en visitas por ataque cardíaco.
Los propios médicos ven la tendencia opuesta en el cambio de horario de otoño, ya que disminuyen en 21%.
Es importante señalar que las variables biológicas del cuerpo humano oscilan en intervalos regulares de tiempo, como la noche y el día, y necesitan de un tiempo para adaptarse.
El problema principal del cambio de horario en verano en realidad es muy similar a lo que ocurre con el jet lag.
El jet lag sucede cuando se vuelan largas distancias y el patrón de noche y día cambia. Como el organismo no tiene tiempo de adaptarse, el resultado son síntomas de fatiga, problemas digestivos, alteraciones de ciclo de sueño, vigilia, apatía, irritabilidad o confusión.
En ese sentido, hay que tener en cuenta que el cerebro, como el corazón, es sensible a perturbaciones muy pequeñas del sueño.
FUENTE: Gizmodo