Alcanzar el éxito o estar en un buen momento no es producto de la casualidad. Más que cualquier otra cosa, es fruto de haber trabajado para conseguir aquello que se desea.
Si se tiene claro qué es lo que se quiere lograr y qué se debe hacer para llegar a ello, entonces, alcanzar metas nunca será casualidad. Aquí, el trabajo constante e inteligente es clave.
Ya lo decía Aristóteles, uno de los filósofos más importantes del mundo occidental “somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia no es un acto, sino un hábito”.
Sin embargo, la definición de éxito siempre es complicada. Dentro del contexto actual puede asimilarse como alcanzar la fama o el reconocimiento público.
Si se tiene claro qué es lo que se quiere lograr y qué se debe hacer para llegar a ello, alcanzar metas nunca será casualidad
Es así, porque es uno de los conceptos más subjetivos que podemos encontrar. Cada ser humano tiene su propia definición de éxito.
Haciendo un trabajo de deconstrucción, el éxito para muchas personas es, de manera tácita, es estar en el lugar que se desea. En ese sentido, y llegado aún más al origen, puede reducirse a ser quien se quiere ser.
Como ya se mencionó, el esfuerzo y la constancia son claves. Para ello es fundamental tomar conciencia de que la vida es un proyecto que uno mismo debe liderar.
Y no esa clase de liderazgo que poseía connotaciones negativas de épocas anteriores. El liderazgo, en este caso, es ese talento que requiere de esa pizca especial que lo hace distintivo.
“El éxito no se mide sólo en logros conseguidos, también se mide en fracasos superados”
Aquí el liderazgo se trata de guiar, de crecer uno mismo y hacer crecer a las personas, es decir, sacar lo mejor de ellas mientras sacamos lo mejor de nosotros.
Como se trata de una actividad de relación interpersonal, se ejerce a través de la comunicación. Buscar siempre estar motivado, mantenerse optimista, ser innovador y decidir con criterio.
Por su parte, hay que tener presente que los cambios están a la orden del día. Siempre hay alteraciones que surgen de manera espontánea.
La capacidad de adaptación es una parte estratégica del liderazgo, por ende, habrá que desarrollarla. Para eso, es vital conocer el entorno en el que uno se desenvuelve y anticiparse a la evolución del mismo.
Su importancia radica en el hecho de que las organizaciones dependen de ella para su supervivencia.
Esto implica nuevas formas de comunicarse con las personas a nuestro alrededor.
La capacidad de adaptación es una parte estratégica del liderazgo
En ese sentido, también la proactividad, la iniciativa, el emprendimiento, la creatividad y la capacidad para resolver problemas son competencias esenciales para alcanzar nuestras metas.
Ellas desarrollan un modelo de liderazgo propio para que nosotros mismos demos lo mejor que tenemos. Las personas que nos rodean podrán percibir esto y, en consecuencia, darán lo mejor de sí para nosotros.