La estimulación cognitiva es un conjunto de actividades dirigidas a mantener o a perfeccionar el funcionamiento cognitivo en general, a través de ejercicios de memoria, percepción, atención, concentración, lenguaje, funciones ejecutivas como: solución de problemas, planificación, razonamiento y control. Praxias y funciones viso espaciales, mediante programas estructurados de estimulación.

Consiste en estimular y mantener las capacidades cognitivas existentes, con la intención de mejorar o mantener el funcionamiento cognitivo y ralentizar el deterioro que se produce.

Mediante la estimulación cognitiva cualquier persona puede mejorar sus capacidades cognitivas como el lenguaje, la memoria o la atención.

Esos cambios que se producen a nivel cognitivo pueden ser consecuencia del paso de los años problemas de memoria asociadas a la edad, de un deterioro progresivo que puede acabar en demencia, deterioro cognitivo leve, o una enfermedad neurodegenerativa, demencia tipo Alzheimer, vascular o cuerpos de Lewy.

Por eso, hay que tener en cuenta que la estimulación cognitiva que se realiza no puede ser la misma con todas las personas, es importante que los profesionales de este campo, los neuropsicólogos, realicen una evaluación y valoración de las áreas cognitivas mediante unas pruebas avaladas científicamente, y después establecer los ejercicios adecuados al nivel cognitivo y motivaciones de cada persona.

En la estimulación cognitiva es imprescindible trabajar sobre las capacidades que aún se conservan en la persona y no las que ya se ha perdido, para evitar su frustración.

De esta manera, además de mejorar su funcionamiento, se contribuye a una mejora global de la conducta y estado de ánimo como consecuencia de una mejora de autoeficacia y de la autoestima.

Entre las principales ventajas que aporta la estimulación cognitiva, cabe destacar que:

Mejora la calidad de vida: estimular el cerebro ayuda a mantener las habilidades cognitivas, preservar su funcionalidad y por ende, beneficia la vida diaria de las personas.

Retrasa evolución de enfermedades: disminuye el riesgo de desarrollar Alzheimer y de llegar a las etapas de mayor gravedad.

Mejora los niveles de plasticidad neuronal: el cerebro humano es moldeable, por lo que cuanto más se estimule, se evitará la rigidez.

Incrementa las funciones cerebrales: las técnicas de psicoestimulación benefician una parte concreta del cerebro.

Previene pérdida de la memoria.

Potencia la autonomía en los quehaceres diarios y la autoestima.

Mejora la interacción con el entorno y evita el aislamiento.

Disminuye la ansiedad, estrés y confusión.

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